lunes, 9 de noviembre de 2009

GOSIRE capitulo 1

Nuestra historia empezó en el año 1349. La peste asolo Europa. La enfermedad contagiada por las ratas se extendía rápidamente en todas direcciones. Los muertos se amontonaban en las afueras de las ciudades para después quemarlos. El aroma olía a carne quemada, humana, cosa que era insoportable para la mayoría de la población. Es la época de la muertos, del miedo… y de los demonios.

Harold vivía en un pequeño poblado rodeado de nieve, aislada del mundo exterior, pero aun así, afectada por la epidemia. El sol ya se había puesto y Harold cuidaba de su madre. Su padre había desaparecido en la nieve, muerto seguramente por la epidemia o por el gélido frio o incluso por las bestias que vagaban entre los bosques de aquel valle. Su madre había caído enferma por la enfermedad, ya se le notaban las primeros síntomas y no podía moverse de la cama. Harold estaba solo en aquella gélida casa de piedra. Las paredes cubiertas de antiguos retratos, muebles viejos y telas mantenían el calor de su interior. El sonido del silencio reinaba en aquella casa infectada por la peste. Harold también había tenido una hermana, pero la enfermedad había acabado con ella ya que su edad era bastante temprana como para poder luchar un mínimo de días. Harold estaba al lado de su madre, no temía el caer enfermo, puesto que ya nadie le quedaba. Su madre tosía, y en su cuello empezaban a formarse bultos negros por la peste. De pronto un ruido estremeció los oídos del joven. Lentamente se levanto y junto a los oídos de su madre le hablo lentamente.

-No se preocupe madre, ahora vuelvo. Su madre estaba dormida, ya le quedaba poco. Lentamente se fue dirigiendo hacia el pasillo. El joven, de delgadez considerable producida por la falta de nutrición mantenía en su mano un viejo candelabro encendido. Sus pasos eran lentos. Toda la casa estaba cerrada y era imposible que algo se hubiera caído por el viento ni por ningún animal, ya que no tenían ninguno. Antes tenían un gato pero una noche desapareció. Fue antes de que toda la epidemia llegara y empezara con la matanza, como si un presentimiento hubiera alertado a aquel gato de que la maldición de los hombres se acercaba, como solía llamarla el eclesiástico del pueblo. Estaba aterrado. En realidad no tenía motivos para estarlo, puesto que ya nada le importaba, su familia estaba a punto de morirse por completo y se quedaría solo. La imagen de Adelheid pasó por su mente. Adelheid era una chica de considerable belleza que vivía por el pueblo, y Harold la amaba. Lentamente se dirigió hacia donde había provenido el ruido. Nada. De pronto noto una presencia tras el. Unos ojos se iluminaron en su espalda y de la oscuridad aparecieron unos colmillos que mordieron en milésimas de segundo el cuello del muchacho. Lentamente el joven perdió el equilibrio y la figura que ahora la estaba devorando lo sostenía mientras lo dejaba lentamente en el suelo. Aquella sombra era una mujer, joven de cabellos dorados. La vida del joven se desvanecía a la misma velocidad que la vida de su madre. Ambos murieron la misma noche pero con detalle distinto, su asesino.

domingo, 29 de marzo de 2009

inmortal...

Eternidad... permaneceré aquí por toda la eternidad, en vida, en recuerdos... mas ¿qué me sirve esto? puesto que el resto de las personas serán devoradas por el cruel y sanguinario diablo del tiempo; y el polvo... será volado por las olas de viento de los siglos.

Podre ver cómo cambia la humanidad, como se destruye, como renace, como crece... podre caminar por distintos parajes mas no habrá riesgo que me preocupe, pues sangre ni corazón poseo. No tengo miedo porque no puedo tener un final en este mundo... miento, si que temo... temo a la soledad. Aquella sombra que siempre me persigue, devorando todo por lo que paso.

Un dios, una divinidad... vivir continuamente sin muerte se denomina milagro, mas no lo es... es un castigo, es una obra dramática, trágica, llena de muerte y oscuridad. ¡Pobres de nosotros los dioses que no podemos morir! ¡Pobres nosotros los eternos vividores puesto que no podemos sentir! ¡Amar! porque al paso del tiempo... envejecerán y morirán...

Os hablo desde las sombras, os hablo desde la eternidad. Vivir y aun más feliz morir. A mí me han negado tal placer, a mi han castigado a vivir y recorrer las edades del hombre. De principio a fin... desde el primer hombre que nació... y ultimo que muera...

dios me ha castigado... no morir no puedo... mi alma no resurgirá... muchos han pactado con el diablo y le han vendido su alma por toda la eternidad... haciendo que vivan solo por la noche y ayudando a extender la velo oscuro del diablo cazando humanos de noche y saciándose de su sangre... bestias... mas no caeré.. ¡No caeré en tal inmundicia! luchare aunque mi alma inmortal no encuentre la luz... pero así conseguiré que las débiles almas humanas no encuentren la oscuridad...

Este es mi castigo, esta es mi lucha... esta es mi vida.

sábado, 14 de marzo de 2009

belleza...

Anoche, mientras caminaba sin rumbo fijo, alguien paso a mi lado… me fije en ella. Tal vez sería la mujer más bella que yo haya podido ver, soñar… o imaginar.

Con pasos ligeros pero marcados caminaba. Su pelo largo y negro ondulaba al son del viento. Sus ojos, marrones acentuados de un color verdoso brillaban entre las miles de las luces de la ciudad. Su boca, pequeña y sensual convertían en todas las palabras que ella decía en un fino canto. Su nariz, belleza donde las haya, conformaba el más bello retrato dibujado por la naturaleza. Sus manos, pequeñas y finas. Su cuerpo; sus curvas perfectas, alineaban el borde de la belleza celestial con la terrenal. Quien sabría decir si aquello que paso a mi lado era una simple ilusión, un mero sueño… o simple recuerdo.

jueves, 12 de marzo de 2009

¿sera amor aquello que corre por mis venas?

Que mas podría decir de ella… tan suave, tan linda, tan agradable. Sus ojos, tan hermosos y brillantes como dos enormes diamantes. Su cabello, largo, fino, con tacto casi aterciopelado… sus curvas hacían en ella una vertiginosa carretera por la que siempre querría yo caminar. Sus pasos eran lentos y finos, tan elegantes como hermosos. Todo en ella era perfecto, todo en ella era la más alta divinidad para mis ojos. Ella, mi diosa; ella, mi religión; ella… mi amor.

Desde el primer momento que la vi hasta que cuando en mis manos la perdí, mi corazón latía como si de su vida se debatiera. Intentando circular lo más rápido posible aquella sangre enamorada. Que sería si en mis brazos la tuviera… que sería de mi si pudiera tocar aquel rostro tan angélico como los astros del cielo que nos sonríen noche tras noche. Solo me queda de ella verla, verla cada día en el que pueda abrir suficiente los ojos para mirar contra la luz más bella y quedarme ciego de nuevo.

Dígame que es el amor, dígame si es suficiente soñar con ella todas las noches, ver visiones y reflejos suyos por donde vaya. Dígame si es amor aquello que hace mi corazón cuando la veo, sígame si lo es cuando solo quiero hablar con ella, cuando solo quiero mirarla a los ojos y decirle lo mucho que la quiero. Dígame si el amor es muerte… por si es así creo que ya estoy metido en mi propio ataúd.

collige, virgo, rosas

Y ahora que se acerca el fin solo pienso en aquellos momentos que estuvimos juntos, en aquellos momentos en los que podía ver aquellos ojos tan verdosos como el frondoso bosque que me rodea. Recuerdo tu aroma como el olor que produce un campo lleno de rosas, recuerdo tu pelo, rizos dorados que caían como una interminable cascada dorada. Sueño con aquel momento en el que nuestras manos se junten y nuestros corazones se alineen.

¿Pero que tengo y he tenido? Tengo mi soledad aferrada como una espina en mi garganta clavada, la tengo, la siento y la odio. Maldigo aquel día en el que te perdí, en todo aquello que mis palabras dijeron y en lo que sentía mi corazón. Tal vez nunca te tuve, tal vez nunca te tendré… pero al fin te dije lo que sentía, por fin te dije la causa de mi enfermedad, la causa de mi agotamiento… la causa de todos mis males. Te amo. Te amo como el sol a las estrellas, te amo como aquella abeja que buscaba un sutil pétalo en un campo de hermosas y coloreadas flores.

Te amo sin medida, te amo sin mentiras. Lo susurro, lo digo, lo grito.

No sé cómo acabara esta historia, no sé cómo acabara este relato digno de cualquier sueño que despertamos al caer, de hermosas criaturas mitológicas de cabellos de serpiente, de pasiones envenenas por amores dormidos y sobre todo de un amor sin medida capaz de traspasar hasta la ultimas de las fronteras.

y disfruto de este mal... porque quien sufre de amor, padece de locura

martes, 17 de febrero de 2009

belleza en una bola de cristal

Mientras caminaba por las contiguas calles de aquella gran ciudad, observaba todo a mí alrededor. La gente continuaba, no se paraba. Los coches, atascados, pitaban sin cesar por salir de una vez de aquel monstruoso atasco que abarcaba la gran avenida. Mis pasos eran lentos y silenciosos. Si mantenías fija la mirada en el suelo mientras tus pies avanzaban por el podías ver miles de historias inscritas en el. Podían verse billetes de autobús, de lotería, chicles secos pegados como un demonio aferrado a un infiel. Hasta que, por alguna rara razón encontré algo… algo tan simple como imperceptible del resto de los caminantes de aquella ocupada acera. Era una pequeña bola de cristal, tan péquela como una canica. Su superficie, lisa, reflejaba la poca luz que le llegaba del oscurecido cielo, haciéndola brillar como si tuviera en sus adentros un pequeño sol. Me pare y la observe. Lentamente, mi mano se acerco hacia ella y con lentitud la cogió. Observándola desde la altura de mi mano, levantado. Podía observar como su cuerpo perfecto brillaba sobre mi imperfecta mano. De pronto paro de brillar. Algo extraño a mi parecer, el sol aun brillaba desde sus alturas pero la bola no quería brillar. Mi dedo, incauto, oso tocarla. En ese mismo instante un fogonazo de luz apareció en su interior haciendo que me desvaneciera y desapareciera. La canica cayó sin amo alguno. Yo, desaparecido en la nada podía observar millones de colores que brillaban y se separaban unos de otros a la vez que corrían en dirección desconocida. Como un caminante en el cumulo de todas las cosas me vi yo rodeado. Hasta que todo quedo en oscuridad. Jamás volverá a brillar algo tan hermoso como lo que vi aquella vez pensé. Luego, con el parpadeo inconsciente de mis ojos volví a aparecer donde por primera vez desaparecí, envuelto de gente otra vez. Mire a mí alrededor. Era el mismo lugar, el mismo sitio donde aquella bola extraña me había consumido y ahora, sin saber el porqué, me había expulsado de su interior. Intente buscarla mas no pude encontrarla… jamás la encontré… y jamás podre volver a entrar en algo tan hermoso como simple.

domingo, 8 de febrero de 2009

ojala pudiera verte de nuevo...

Hace tiempo que no te veo, hace tiempo que no te oigo. Hace mucho tiempo que ya no hablamos ni juntos caminamos. Quiero volver a tener tu suave mano junto a la mía. Quiero ver esas pupilas tan hermosas contra las mías.

Mas solo puedo chillar al viento tu nombre y esperar a que algún milagro pase. Despierta, no estás ni nunca volverás. Tu último adiós fue el primero de nuestro silencio separado por la distancia. Simplemente espero que algún día vuelvas con tu melena ondulada, color avellana, y por fin te pueda volver a ver.

Ya casi no recuerdo tu nombre, ya casi no sabría describirte… ya casi no sabría quererte…

jueves, 8 de enero de 2009

mi unico mundo es el que tu pisas

Desde el descansillo de mi terraza abierta hacia los oscuros cielos de mi mundo, mantengo siempre en el mismo lugar mi viejo y pequeño telescopio. Con su trípode ya corroído por el tiempo, su robusto tubo ya envejecido por el paso de los años, observo las estrellas y el espacio. Una infinita oscuridad veía yo en los cielos, mientras que el agua de las tormentas caía sobre mí en mi pequeño y oscurecido mundo. Pasaron años en los que solo pude ver oscuridad y estrellas lejanas que, de pronto, dejaban de brillar y volvía a oscurecerse todo el cielo astral.

Entonces, un día, mientras una tormentosa lluvia de agua tan gélida como el mismísimo hielo, observaba tras el telescopio cubierto por una pequeña capa que ocultaba mi cuerpo al agua helada, lo vi. En la lejanía de la oscuridad espacial, rodeado por negros agujeros se encontraba un planeta extraño, nunca antes visto por mis ojos. Tan extraño y exuberante era que no me importaba que lloviese o granizase, helara o el mundo se fragmentara. Mi vista estaba fija en aquel brillante y verde planeta donde la vida podía verse brotar de los húmedos suelos mojados por algo que en mi planeta era desconocido… borrado… desaparecido… algo llamado como felicidad. Sabía que aunque lejos e imposible estuviera aquel planeta, mi misión, mi única ilusión en mi vida era salir de este planeta lleno de grises tormentas y negras sombras. Lejos y casi imperceptible para el ojo humano, pero yo quería llegar. No me importaba si mi fortuna encerrada necesitara para poderme marchar, no me importaba si tenía que abandonar mis grandes riquezas, mis únicos logros… mi futuro… solo quería estar allí, junto a los seres que vivían en aquel lugar. ¿Porque preocuparme por mis cosas si lo único importante para mí en el negro y peligroso universo es aquel lejano planeta?…