¿Qué es lo que te detiene para
saciar tu ansia más intensa? ¿Qué es aquello que sujeta tus pies al frío suelo
sin dejar que caigas una y otra vez en la oscuridad? ¿Por qué detienes tus
instintos? ¿Para que no continuas con tu naturaleza?
Una y otra vez estas preguntas
surcan mi mente. ¿Por qué lo hago? Aun no lo sé. Quizá quiera sentir la poca
humanidad que me queda o tal vez sea un anhelo por recuperarla. Se lo que soy,
se lo que siento, también se que el resto desconoce mi naturaleza aunque ya me
cuesta ocultarlo en mi mirada. Conforme la noche cae, oigo los latidos de cada
una de las personas que se cruzan en mi camino. Puedo escuchar como recorre la
sangre por todo su cuerpo, llamándome, gritándome que la succione hasta dejar
aquel cuenco de vida vacío de tal manjar. Siento el cambiar del color de mis
ojos oscuros a rojizos, siento el crecer de mis colmillos… y siento como todo,
a excepción de mi codiciada presa, desaparece.
Tal vez no tenga salvación, tal
vez ya este condenado por los siglos de los siglos vagando solo, viendo como
muere todo aquello que me rodea, sin poder probar bocado ni saciar mi sed con
agua o vino… tan solo sangre. Sed de sangre. Mi vida por la de los demás. ¿Tan
importante es mi vida que han de pagar el resto de mortales tal precio? ¿O tan
vil fui como para verme convertido en la muerte, en el recolector de almas que jamás
verán el cielo?
No sé lo que soy. Solo sé lo que
necesito, lo que quiera y desee ya no existe… ni el amor ni el saborear una
buena comida, ni siquiera el placer de yacer con una mujer hermosa… solo sangre,
cuanto más fresca y joven mejor. ¿Qué he de hacer? Si deseo perderme en mi sed
se que jamás seré el mismo ni tampoco podre volver a serlo, algo en mi desaparecerá,
me dejara vacío como yo a mis presas. Pero, ¿Por qué he de continuar con mi
humanidad, sufriendo por ella, si no tengo a nadie con quien compartirla?
Demonios nos llaman, diablos,
monstruos… no creo que seamos tal cosa, tan solo estamos perdidos. Dicen que
aun estando perdido, encontraremos el camino. No es verdad. Nosotros, los
perdidos, no encontraremos jamás el camino por nuestra parte a menos que nos
detengamos. Aquellos que no se han detenido han ido sembrando dolor y muerte
por aquellos parajes donde vagan. Si ese es mi camino, jamás daré un paso más, jamás
morderé una vida para saciar una sed llena de odio y maldad. Aquí me detengo
ante mi sed, le digo al diablo, al ser que me revivió, que jamás seré uno de
sus hijos. Dicen que me devolviste la vida, pero únicamente me diste más muerte
de lo que hombre puede acarrear sobre sus hombros. Jamás beberé del tal maldad,
jamás seré aquello que teman los hombres, jamás caminare un paso más para disiparme
en la oscuridad… a menos que ya este perdido.