sábado, 19 de noviembre de 2011

A corazón muerto, bestia nace

En la calle, respiro las pequeñas gotas de lluvia que caen sin cesar sobre la calle. El olor me recorre el cuerpo con un temblor por el frío helador de la noche. Camino en la oscuridad. Desconozco que hora puede ser. No tengo hambre, no tengo sed. No necesito nada… mis dolores se van diseminando en el espacio de mi vacío que comienzo a sentir. Aun el vaho continúa saliendo de mi boca, pero ya no siento la escarcha sobre mi piel. Tampoco tengo sueño, ni ninguna otra necesidad. Poco a poco noto que mi corazón deja de latir con su exuberante fuerza hasta desaparecer por completo. Pero tampoco siento nada, ni siquiera mi muerte.

Como un espectador en lo alto de los más alejados palcos de un teatro, observo al resto del mundo caminar, sentir frío, comer y hasta noto como laten sus corazones, como laten solos y acompañados. Echo de menos esa sensación. Echo de menos que mi corazón quiera salir del pecho por otro corazón que esta al otro lado, divididos por carne y aire. Echo de menos saciarme y sentirme lleno, beber y dejar de tener sed, tener frío y calor, amar… y ser amado.

La sensación de no tener corazón, de no sentir nada, de ser frío, me envuelve con una extraña áurea, pero desaparece a los segundos. Mi mente se desprende de cada uno de los sentimientos que surgen una y otra vez como una cascada arrojando el agua hasta el infinito, desasiéndose de lo sobrante, desprendiéndose de todo su caudal para quedarse seco y sin nada. Puedo mirarte y no sentir nada, puedo tocarte y aun sentir menos. Puedo poseerte y ni siquiera me llenaría… pero el terror viene a mí cuando puedo mirarte y mentirte, cuando mis manos pueden hacerte pensar que continuo vivo aun estando mas frías que la nieve. Pero también, a los segundos desaparece ese temor.

¿He de desaparecer y ocultar mi mal, o he de continuar mi extraña existencia dejando regueros de frialdad e indiferencia? Como un animal que caza por placer y deja pudrir a su presa, como un cazador que abandona su premio sin observar ni siquiera donde ha alcanzado su arma al animal… así siento que son mis actos, al principio atroces, luego indiferentes… para terminar con un sonrisa de desprecio.

Necesito volver a sentir ese corazón muerto vivir, sentir que mis pulmones se hinchan y expulsan un aire corroído, sentir frio y calor, sentir mi mirada llena, mis manos puras; sentir todos esos sentimientos tan mundanos como despreciables… pero a la vez, tan necesitados y venerados. Desconozco como acabe de este modo, tal vez no quiera recordarlo, tal vez ni siquiera pensarlo, pero necesito a ser el mismo, necesito sentir lo mínimo para volver a ser humano. Pero el no saber como hacerlo, me inunda de impotencia e ira… y la frialdad, me acoge de nuevo.



1 comentario:

Anónimo dijo...

A veces cambiamos y no notamos ese cambio muchas veces cambiamos para mejorar otras no tanto la vida continua a pesar de sentir que no somos lo que fuimos ni vemos llegar lo que seremos muchas veces me pregunto como termine así y si pudo ser inevitable, pero que mas queda que vivir respirar